martes, 24 de junio de 2008

Playa


Así que me senté, a mirar este extraño mar. El ruido de las olas me acompañó muchas veces, y hasta mis latidos lo han seguido en un compás. Pero este mar era otro… sus colores ya me hablaban de un abrazo que mi piel no conocía, pero además su música era otra.
La música de las palabras que me traía y se llevaba. Yo apenas si me aprendí un par de palabras básicas, de las cuales llegué a usar muy poquitas. Pero cerrando los ojos y respirando la sal en el aire, llegaban ofertas de vestidos, collares, helados y cerveza. Todo en un ritmo hasta ahora inédito.

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