martes, 24 de junio de 2008


Me gusta suponer que estás cerca. Que alguna vez la sangre me corrió muy fuerte porque te advirtió próximo. Hasta me divierte pensar que en algún momento el perfume de mi piel le recordó a tu alma que me estaba buscando, pero no me reconociste entre toda la gente.

Supongamos que bajé de un tren. Que parada en el andén lo veo alejarse, y veo otros que llegan. Pero en la estación no hay más nadie.

Imaginemos que estoy sonriendo. Que cierro los ojos y dejo que por la planta de los pies me haga cosquillas la vibración de los vagones al pasar. Que con su paso me despeinan y alborotan el pelo sobre mi cara.

Pensá que tal vez ya estuve en los lugares que debía estar. Que ya hice lo que tenía que ser hecho. Que ahora ya sé lo que tenía que saber.

Ahora cerrá los ojos y esperá esa electricidad que te sube por la columna y te explota en una gigante, plácida y silente sonrisa.

Dejá que la vibración de los vagones te haga cosquillas y te dé calor en las plantas de los pies.

Sentí como tu pelo baila de un lado a otro acompañando el ir y venir de cada tren.

Inspirá como si olieras una flor, tan pero tan lento, que estarías una vida inspirando su perfume antes de exhalar.

Creo que ya va siendo tiempo de volver a verte por primera vez.

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